Alguna vez nos hemos hecho o nos haremos esta pregunta: ¿ yo para qué he nacido?. ¿Cuál es el sentido de mi existencia? “Porque las cosas existen para algo”. No hay nada, ni nadie inútil en el mundo. Si existe una cosa, algún sentido tendrá, aunque yo lo desconozca. Porque, el que yo no sepa el por qué ni el para qué, no quiere decir que no exista. Muchas veces no sabemos el por qué, pero siempre existe un para qué.
El hacernos esta pregunta tiene un sentido ya que, queremos saber que es lo que tenemos que hacer porque somos libres de hacerlo -si queremos- o bien, podemos no hacerlo. Si no tuviéramos libertad no nos preguntaríamos nada, porque nada podríamos hacer al respecto y nos daría igual saberlo o no.
Si tenemos libertad y hay una finalidad en nuestra vida nos podemos preguntar: ¿cuál es la finalidad de la libertad? ¿Para qué somos libres? Y hay una respuesta universal para todos, hemos nacido y somos libres, para poder amar. EL fin de la libertad es el amor. Ya que, el amor, nos conduce a la felicidad
Pero, es que sin libertad no puede existir el amor. Un ser que no es libre no puede amar. No se puede decir que es amor algo que es obligado. La característica fundamental del amor es su libertad. Se ama a quién se quiere y porque se quiere. No estámos obligados a amar. Se ama a los padres y por ello nuestro amor tiene valor porque podríamos no quererlos. Lo mismo pasa con los hijos, ¿qué valor tendría el cariño de nuestros padres si fuera obligado?… Hay padres que no quieren a sus hijos e, incluso, los abandonan y viceversa. Los amigos los elegimos nosotros y los queremos mientras queremos. Lo mismo pasa con la mujer o el marido cuando se casan se prometen amor para siempre, pero sólo son capaces de perseverar, aquellos que son auténticamente libres e íntegros, ya que, obligados, no pueden amar.
Pero, ¿ qué es amar? El amor es un acto de la voluntad por el que se entrega uno a la persona amada. Suele ir acompañado de un sentimiento de afecto que nos hace sentirnos unidos con la persona querida, de tal manera, que lo que más se desea es su bien y felicidad aunque sea a costa de nuestra renuncia y entrega. Por eso, donde hay verdadero amor (aquí en este mundo) siempre hay un tanto de dolor, de renuncia. Entregarse supone renunciar uno a si mismo, a su amor propio, y ello conlleva algo de dolor. Sin embargo, ese sacrificio es, por otra parte, el aval, de que el nuestro, es un verdadero amor.
Amar supone darse. Es entregar tu vida a aquellos que tú quieres y ello produce una inmensa felicidad, porque, el tener amor y el sentir amor, es lo que, realmente, a los hombres nos hace felices. Cuanto más amor más felicidad.
Dios es Amor. Y nos ha creado, a su imagen y semejanza, libres para que pudiéramos recibir en plenitud y, corresponder libremente a su amor, con nuestro amor.
El Señor Jesús, porque nos ama mucho, nos espera, todos los días, para entregarse a nosotros, hacernos compañía y ayudarnos en las tareas y amores de nuestra vida
FUENTE: Noticias Jóvenes