Los 10 MANDAMIENTOS o (el decálogo) significa las 10 palabras que recogen la Ley dada por Dios al pueblo de Israel durante la Alianza hecha por medio de Moisés. El Decálogo, al presentar los Mandamientos del amor a Dios (los 3 primeros) y al prójimo (los otros 7), traza, para el pueblo elegido y para cada uno en particular, el camino de una vida liberada de la esclavitud del pecado.
Aunque a veces no lo parezca, el pecado que todo y solo aquello que nos aparta de Dios nos esclaviza, nos quita nuestra personal libertad. Frecuentemente no nos damos cuenta, pero estamos atados por un montón de lazos que nos impiden vivir en libertad nuestra vida de “amigos” de Jesús de Nazaret, Dios encarnado, Hijo de Dios. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Jesús de Nazaret el Hijo de Dios al joven que le pregunta «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?», responde: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos», y después añade: «Ven y sígueme». Seguir a Jesús implica cumplir los Mandamientos. La Ley no es abolida. Por el contrario, el hombre es invitado a encontrarla en la persona del Divino Maestro, que la realiza perfectamente en sí mismo, revela su pleno significado y atestigua su perennidad.
El Decálogo se comprende a la luz de la Alianza en la que Dios se revela, dando a conocer su voluntad. Al guardar los mandamientos la persona expresa su pertenencia a Dios, y responde con gratitud a su iniciativa de amor.
El Amor es la esencia de la vida, por Amor fuimos creados y el amor es lo único que nos puede hacer felices en este mundo y si amamos a Dios y al prójimo seremos felices en la Eternidad.
Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia ha reconocido en el decálogo una importancia y un significado fundamentales. Los cristianos están obligados a observarlo.
Ligados al decálogo voluntariamente y libremente porque nos liberan del pecado que nos ata e impide nuestro desarrollo y poder a llegar por la misericordia de Dios a la plenitud personan en Él.
Los 10 mandamientos constituyen un todo orgánico e indisociable, porque cada mandamiento remite a los demás y a todo el decálogo. Por tanto, transgredir un mandamiento es como quebrantar toda la Ley. El decálogo obliga gravemente porque enuncia los deberes fundamentales del hombre para con Dios y para con el prójimo.
Es tan importante su cumplimiento que si no tratamos de cumplirlos ponemos en riesgo grave nuestra felicidad presente y futura.
Es posible cumplir el decálogo, porque Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, sin el cual nada podemos hacer, nos hace capaces de ello con el don del Espíritu Santo y de la Gracia.
Él nos Amó primero y, conocedor de nuestra debilidad dispuso los medios de reconciliación y obtención de la Gracia, para a pesar de nuestros fallos, podamos recuperar y vivir en su amistad por el perdón de los pecados, que nos une a Jesús, y nos identifica con Él como hijos de Dios Padre, gracias al Espíritu Santo que habita en nosotros.